ANTIPETRISMO VS ANTIURIBISMO: ¿QUIÉN GANARÁ?
- Columna 7
- 11 jun 2022
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“La bestialidad es un mal menor que la perversidad, pero es más temible”
-Aristóteles
Izquierdas, derechas, centros y tibios, en este país hay de todo menos seriedad política. Parece un tema de nunca acabar en la utópica Colombia plasmada en el 91 porque nos encontramos inmersos en fenómenos sociales y políticos derivados de una violencia interna, odios de masas y corrupción, que lejos de defender la democracia se han sustentado en intereses privados por más de cien años y no de soledad.
Es entendible que cuando el colombiano promedio piensa en el “futuro” se le aparezca una nebulosa frente a sus narices con cara de “elecciones presidenciales” vendiendo la idea de que habrá un cambio sea cual sea la rama por donde se cuelgue el mico (el mico politiquero) y bueno, es que ninguna de nuestras opciones se decanta por ser “la mejor” sino “el menos peor” porque mientras uno es el arlequín progresista con ínfulas de Gaitán milagroso, el otro es la figura más bien decrepita de la petrofobia y sus derivados.
Muchos amigos, entre ellos algunos politólogos me preguntaron qué pensaba yo acerca de los resultados de las elecciones pasadas, simplemente respondí que era la crónica de una Colombia asustada. Me decían que no entendían como era que “el viejito” (que casualmente después de segunda vuelta se volvió misógino, machista, retrograda, homofóbico y quien sabe que más) había alcanzado tantos votos (no se lo esperaban). Esta vaina me recordó mucho a la crisis económica de 2008, donde nadie se dio cuenta que la sociedad está determinada por un cúmulo de pequeños pensamientos y que la ecuación no funciona porque no tenemos en cuenta que si la base de la misma es el interés humano no hay resultado cien por ciento garantizado.
Esto fue simple y llana estrategia, porque si Fico quedaba en segunda vuelta el antiuribismo ganaría, Petro quedaba presidente y Colombia se volvía potencia mundial (según los petristas). La gente ya no le cree a Petro y comentándolo al doctor Echeverri en nuestra tertulia “verdad y libertad”, sus seguidores, contrario sensu a ayudarlo a mejorar su imagen, se han dispuesto a repartir discursos de odio e ignorancia, dejándolo ver a él como fuente generadora de discordias y separación que nos han revestido desde hace mucho tiempo (oh sorpresa, ya no son solo los seguidores en Facebook sino “la campáña limpia” que dejaron ver recientemente en vídeos). Y no solo eso, ese vil aprovechamiento de las masas de pensamiento radical y destructivo ha generado un aura imperiosamente oscura que produce repudio hacia ese populismo de izquierda que representa el Jesucristo colombiano.
Ahora, este no es el único aspecto que destaco, si el antipetrismo existe, el antiuribismo existe aún más y es que ya a Uribe no le alcanzan esos 5.058.010 voticos para sacar adelante una subpresidencia, (se les está quemando el Uberrimo) porque nuestros queridos políticos a lo Roy Barreras saben que la fuente casi inagotable de subsistencia politiquera se les está acabando y que la única memoria histórica de las nuevas generaciones es que Uribe es un paraco y por ende su credibilidad a nivel de mayorías ha disminuido “un poquitico”, mientras que Hernández por más “favorcitos” o “foticos” que tenga con el Voldemort colombiano es independiente de este y en la presidencia también le podrá voltear el mascadero ¿o es que no se acuerdan de Santos? (uribistas decepcionados).
No debemos dejar escapar que claramente el antipetrismo está precedido por la imagen negativa de la izquierda latinoamericana como Lula preso por corrupción que dejó como resultado a un ultraderechista o el fracaso chavista de Venezuela, o ¿cómo no? Argentina, donde la economía sigue mostrando desbalances macroeconómicos porque la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal contribuyó a acelerar la tasa de inflación, que a febrero de 2022 se encontraba en 52,3% anual. Esto permite ver que la política de otros Estados incide directamente en un país donde precisamente no ha habido gobiernos de izquierda (digamos que Colombia siempre ha sido ese fiel espectador que lejos de vender soluciones para sí mismo se ha sostenido en el tiempo aprovechándose de fracasos ajenos) y Petro representa ese posible cambio al fracaso.
Si las matemáticas no fallan y según las nuevas alianzas por debajo de cuerda, Rodolfo Hernández arrasaría con más de once millones de votos. En cuanto al abstencionismo debemos tener en cuenta las elecciones de 2018 en las cuales en primera vuelta votaron aproximadamente 19,636,714 personas, mientras que en segunda votaron 19,511,168 personas, eso quiere decir que el abstencionismo del 45% de este 2022 no esperará un aumento de sufragantes, sino todo lo contrario, a mi parecer disminuirán por decepciones políticas (ya vimos ballenas y ¿ahora?).
Según las perspectivas económicas a diciembre de 2021 de la OECD, Colombia tendría un crecimiento sólido, pero la mejora del mercado laboral se ralentizará, resultando irrisorio para un país defensor del capital ¿quién se lo ha hecho difícil a los empresarios? Ja, ¡sabrá Dios! lo único que puedo decir es que el antipetrismo esta vez ganará, pero debemos enfocarnos ahora en el estudio del posible fracaso de la derecha colombiana que cada día pierde credibilidad no solo por sus políticos sino también por los resultados económicos y sociales “tan chimbas” como diría Vargas Lleras.
Aunque este sea un estudio superficial y admito que paupérrimo, debo decir que es triste que en Colombia un presidente llegue al poder no por ideales, sino por miedos, le rescato a Rodolfo Hernández esa capacidad de generar un centro-derecha bastante interesante, ya veremos a donde nos lleva el país este 19 de junio. Solo queda por decir, mis queridos compatriotas, que una presidencia no debe ser la cuna de nuestras esperanzas, así como dijo José Ingenieros: “cuando las miserias morales asolan a un país, culpa es de todos los que por falta de cultura y de ideal no han sabido amarlo como patria: de todos los que vivieron de ella sin trabajar para ella”. Si no hay patria no es por los políticos, ellos son todo menos patria, lo somos nosotros que nos quejamos de ella mientras unos la desprecian y huyen de la lucha inagotable por mejorar nuestra poli griega, olvidando o inclusive ignorando que Bogotá alguna vez fue la Atenas de Latinoamérica.
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